Gerardo, Fernando, Ramón, Antonio y René fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998 en Estados Unidos, cuando protegían a Cuba de la furia y la impotencia de los grupos terroristas asentados en Miami. Aún siguen presos. La última década de sus vidas, por tanto, la han pasado injustamente entre las rejas del enemigo.
Ellos saben bien qué significa ese tiempo. Unos han seguido desde lejos, por cartas, breves llamadas telefónicas o agónicas visitas, cómo sus hijos crecen y se hacen adultos. Otros han comprobado, cruelmente, cómo el paso del tiempo los priva de procrear nuevas vidas. Los Cinco han perdido años de cuidar a sus madres y padres, amar a sus mujeres, construir otros sueños.
Juntos, estos hombres han sido protagonistas del que ya clasifica como uno de los litigios legales más largos en la historia judicial de los Estados Unidos. Han sido testigos de la trampa, el fraude y la mentira. Vieron cómo Miami, contra todo pronóstico, se convirtió en sede de un proceso que nunca debió ocurrir en esa ciudad; vieron cómo un panel de tres jueces del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta, en 2005, declaró nulo el juicio seguido contra ellos, y también cómo el gobierno se las ingenió para ignorar tal decisión, alargar otra vez el proceso y mantenerlos cautivos; comprobaron, de paso, que el Imperio suele hacer caso omiso a los pronunciamientos de prestigiosas organizaciones internacionales.
En mayo del propio 2005, el Grupo de Trabajo Sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, declaró ilegal y violatoria del derecho internacional la detención de los Cinco y solicitó al Gobierno de Estados Unidos que adoptara las medidas necesarias para remediarlo. Todavía están esperando una respuesta.
En medio de esos avatares, los Cinco han visto crecer la solidaridad a su alrededor y han sentido cómo a veces no les alcanza el tiempo para contestar cartas, agradecer saludos cariñosos, responder a las letras inocentes que les envían muchos pequeños del terruño.
Justo en homenaje a esos muchos meses de resistencia y firmeza, este 12 de septiembre un abrazo crecerá desde los más remotos confines del mundo y llegará hasta las cinco cárceles de Estados Unidos donde nuestros compañeros se mantienen en pie.
Lo han estrechado parlamentarios y juristas, intelectuales y científicos, niños y jóvenes; mujeres y hombres de bien. En las mismas narices del Imperio, el apretón solidario asume acordes de canción y se convierte en el concierto Cinco estrellas y un canto, protagonizado por artistas y músicos de varios sitios del continente.
Los Cinco van a volver. Los cubanos no descansaremos hasta recibirlos de vuelta, pero hay que batallar para que estos hombres, dentro de la cárcel, sean para el Imperio más peligrosos que afuera. Por eso, las movilizaciones de este septiembre son un paso más. Otro alto en una campaña que recuerda los reclamos por Mandela, por el pequeño Elián… Pero también son un alerta de los caminos por recorrer; de las puertas por tocar, de las canciones por entonar.
Ellos saben bien qué significa ese tiempo. Unos han seguido desde lejos, por cartas, breves llamadas telefónicas o agónicas visitas, cómo sus hijos crecen y se hacen adultos. Otros han comprobado, cruelmente, cómo el paso del tiempo los priva de procrear nuevas vidas. Los Cinco han perdido años de cuidar a sus madres y padres, amar a sus mujeres, construir otros sueños.
Juntos, estos hombres han sido protagonistas del que ya clasifica como uno de los litigios legales más largos en la historia judicial de los Estados Unidos. Han sido testigos de la trampa, el fraude y la mentira. Vieron cómo Miami, contra todo pronóstico, se convirtió en sede de un proceso que nunca debió ocurrir en esa ciudad; vieron cómo un panel de tres jueces del Onceno Circuito de Apelaciones de Atlanta, en 2005, declaró nulo el juicio seguido contra ellos, y también cómo el gobierno se las ingenió para ignorar tal decisión, alargar otra vez el proceso y mantenerlos cautivos; comprobaron, de paso, que el Imperio suele hacer caso omiso a los pronunciamientos de prestigiosas organizaciones internacionales.
En mayo del propio 2005, el Grupo de Trabajo Sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, declaró ilegal y violatoria del derecho internacional la detención de los Cinco y solicitó al Gobierno de Estados Unidos que adoptara las medidas necesarias para remediarlo. Todavía están esperando una respuesta.
En medio de esos avatares, los Cinco han visto crecer la solidaridad a su alrededor y han sentido cómo a veces no les alcanza el tiempo para contestar cartas, agradecer saludos cariñosos, responder a las letras inocentes que les envían muchos pequeños del terruño.
Justo en homenaje a esos muchos meses de resistencia y firmeza, este 12 de septiembre un abrazo crecerá desde los más remotos confines del mundo y llegará hasta las cinco cárceles de Estados Unidos donde nuestros compañeros se mantienen en pie.
Lo han estrechado parlamentarios y juristas, intelectuales y científicos, niños y jóvenes; mujeres y hombres de bien. En las mismas narices del Imperio, el apretón solidario asume acordes de canción y se convierte en el concierto Cinco estrellas y un canto, protagonizado por artistas y músicos de varios sitios del continente.
Los Cinco van a volver. Los cubanos no descansaremos hasta recibirlos de vuelta, pero hay que batallar para que estos hombres, dentro de la cárcel, sean para el Imperio más peligrosos que afuera. Por eso, las movilizaciones de este septiembre son un paso más. Otro alto en una campaña que recuerda los reclamos por Mandela, por el pequeño Elián… Pero también son un alerta de los caminos por recorrer; de las puertas por tocar, de las canciones por entonar.