Por Lorenzo Gonzalo* - Cubainformación.- Borrachos aún de tantas noticias sobre presos políticos en Cuba, liberaciones, huelgas de hambres, supuestas torturas a los reclusos por parte de los carceleros cubanos e insinuaciones de enfermedades inoculadas a los mismos, nos sorprende de repente una breve disminución de las informaciones sobre dicha temática.

La prensa grande, esa que dispone de muchos recursos y se cuida de contar los centavos para obtener más ganancias en cada una de sus operaciones estratégicas, durante esos días daban la impresión de haber descubierto la categoría de presos políticos. Esta categoría nació en el Siglo XX, como consecuencia de las rebeldías sociales contra las estructuras represivas recomendadas por los grandes intereses económicos, que surgieron de un desarrollo económico donde se formaron mecanismos que contribuyeron a su alejamiento de las funciones sociales.


La noticia sobre prisioneros, que esa prensa cataloga de políticos, presentada con extremo rigor, (poco más de cien personas en un país con poco más de once millones de habitantes), levantó en el público la idea de que, a “pesar de vivir en un mundo de paz y tranquilidad”, existía un lugar llamado Cuba donde se encarcela a los ciudadano “por expresar sus ideas”.

El público, leyendo las noticias sobre esta decena de presos, bajo un acuciante bombardeo de desinformación, se vuelve propenso a perder la noción del mundo de conflictos en que vive, las inmensas limitaciones contra las cuales se combate a diario y las miles de personas que alrededor del mundo guardan prisión o luchan para forzar a las autoridades para que busque soluciones justas.

La prensa ya no los menciona tanto. Quizás porque han dejado mucho que desear a través de sus declaraciones, quizás porque se han dado cuenta que a estas personas sólo les interesa llegar a Estados Unidos o quizás porque el más propagandísticos de todo, Ariel Siegler, un señor en silla de ruedas, recuperará en breve un 95% de su movilidad, haciendo dudar del escándalo que algunos formaron alrededor de una supuesta depauperación irreversible de su salud.

Pero lo más patéticamente hipócrita, es que la prensa observando las zonas grises de Cuba con una gigantesca lupa y sus espacios esperanzadores o materialmente exitosos, con lente reductor, no parece enterarse que hay cinco cubanos en Estados Unidos, cazadores de terroristas, que fueron condenados a cadenas elefantiásicas para complacer a un grupito de cubanos que dirigen en gran parte, la política de éste país hacia Cuba. 

Un juicio que debió haber tenido transparencia legal, fue convertido en un asunto político y presentado como la violación que no fue y el crimen que nunca se cometió.

Esos cinco cubanos realizaban actividades de investigación y vigilancia sobre individuos de su mismo origen, pertenecientes a un reducido sector, cuya mayoría vive en la ciudad de Miami. Estas personas conspiran y planean actividades para desestabilizar al Estado cubano y han realizado múltiples atentados, causando muertes con sus acciones terroristas. Muchos de los autores materiales e intelectuales son amparados por las autoridades y viven plácidamente en la ciudad. Para colmo, algunos reciben periódicamente homenajes cívicos, organizados por hombres de negocio e incluso de representantes políticos.

Lo irónico del caso es que Estados Unidos acusa a Cuba de amparar el terrorismo sin que haya mediado aún una disculpa de Washington por los muertos ocasionados por esos atentados y ni siquiera por la agresión de Playa Girón, cuando 1500 hombres armados, financiados, entrenados y trasladados a las costas cubanas por la armada estadounidense, desembarcaron por la Ciénaga de Zapata.

 

La razón por la cual Cuba es acusada de amparar una práctica que Estados Unidos ha ejercitado mejor que ningún otro país, nació durante la llamada Guerra Fría, cuando el gobierno cubano estuvo obligado a elaborar una estrategia para defenderse de las agresiones. En esos tiempos el Norte desarrolló planes para dominar a su capricho Suramérica y unirla a sus planes para impedir la consolidación del nuevo poder que dominaba en la Isla. El gobierno cubano como respuesta, le brindó apoyo material a las luchas sociales que nacieron en esa parte del Continente, las cuales surgieron por reacción contra los gobiernos dictatoriales que conspiraban contra los intereses nacionales. Dichas luchas pretendieron copiar el modelo que culminó con la caída de la dictadura criminalmente represiva de Batista y que consistió en una táctica de lucha guerrillera. Suramérica se convirtió en un polvorín de guerrillas, pues no sólo el caso cubano se tomaba como paradigma, sino que existían las fuertes guerrillas que en Colombia habían nacido tras el asesinato de Eliécer Gaitán en Abril de 1948.

Las circunstancias debieron cambiar con el fin de la Guerra Fría, pero las sucesivas Administraciones estadounidenses se las arreglaron para continuar y acentuar sus políticas de agresión. No sólo fue el inicio de las guerras en el Golfo Pérsico y un resurgimiento del fantasma nuclear con mayores probabilidades de ocurrencia, sino de la intensificación de su estrategia agresiva contra Cuba. No narraremos ahora los sucesos pendulares que van desde nuevas y más pragmáticas leyes dirigidas a ahogar al Estado cubano, hasta atentados terroristas y la colocación de bombas en su sistema turístico en los años noventa.

Cuando nos adentramos en el conocimiento de la realidad cubana, sólo podremos entender la continuación y desarrollo de semejante política agresiva, si la observamos desde su ángulo patológico. Dicha política ha respondido a una parálisis de estado poco común. La misma ha consistido en sostener inalterados los patrones hegemónicos característicos de los primeros cincuenta años del Siglo XX, aplicados de manera muy particular a Cuba, por razones que sólo pueden ser entendidas en un sentido puramente personal, influenciadas a su vez por una esquizofrenia social, incubada en Miami al calor de ciertos espíritus revanchistas y una enfermiza nostalgia.

Desde la perspectiva de esta realidad, es más fácil entender la justicia de los reclamos que Cuba hace en relación a la liberación de los cinco presos políticos en cárceles estadounidense.

Los cinco no fueron apresados y mucho menos condenados por el delito cometido. Las razones, tanto de su detención como de las condenas desproporcionadas, yacen en esa agresividad patológica que hemos mencionado y la existencia de un estado de guerra que aún no encuentra resquicios para la paz.

Reclamar su deportación no sólo responde a la obligación moral de un estado que se identifica con sus mejores funcionarios y patriotas de talla poco común, sino porque sabe que detrás de semejante gesto, podrían aflorar los cimientos para unas relaciones más naturales con Estados Unidos.

La detención y condena de los cinco respondió a la guerra no declarada contra Cuba. Una prueba de esta aseveración es que los once agentes soviéticos fueron deportados de inmediato porque dichas detenciones ocurrieron en medio de un esfuerzo por mejorar las relaciones con Moscú.

Si el Ejecutivo estadounidense termina por decidirse a crear un clima de entendimiento en su hemisferio, su primer paso será procurar que los soldados de ambos bandos retornen a su tierra, como hizo con Rusia: los agentes cubanos para Cuba y los agentes estadounidenses para Estados Unidos.

La retención de los cinco prisioneros políticos antiterroristas en prisión, como la de agentes, espías y terrorista en cárceles cubanas, son símbolo de un estado de guerra. Su desaparición, podría indicar el final de las hostilidades, el inicio de conversaciones civilizadas y la terminación de una historia de insultos, tergiversaciones y agresiones injustas por parte de Estados Unidos.

La lucha por la liberación de los cinco es la lucha por la terminación de las hostilidades de Washington y el cese de un lenguaje distorsionado e insultante entre ambos países, que dificulta ver más allá del ruido que ocasiona.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

Fotos © Virgilio PONCE

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