Cubanos y graduados de la ELAM en el Centro de Tratamiento del Cólera.

Liurka Rodríguez, desde Haití - Cubadebate.- Hinche debe ser una de las pocas ciudades del mundo que tiene una pista de aterrizaje dentro de su arteria principal, con funciones alternas de pasto para rebaños caprinos. Así de peculiar es la capital departamental del Centro en Haití, donde la epidemia de cólera se ha convertido en el principal motivo de preocupación de sus moradores y de la Brigada Médica Cubana (BMC) que allí presta sus servicios solidarios.

En los exteriores del hospital de la localidad está ubicado un Centro de Tratamiento de Cólera (CTC), donde trabajan en conjunto, además del personal cubano y graduados de la ELAM, 9 médicos norteamericanos de una Organización No Gubernamental. Estos últimos conservan las mejores impresiones de la labor consagrada de la BMC en Hinche.


Mientras comentan cómo se ha organizado el trabajo, el refuerzo, la disposición y entrega de los equipos de médicos y enfermeros, nos percatamos de la juventud del doctor guantanamero Roberto Pardo. La seguridad en los argumentos ya la hemos divisado en otros congéneres. Se deriva de esa excepcional experiencia de haber enfrentado los efectos de un desastre y, ahora, la epidemia, en una misma misión. El joven refuerza el compromiso asumido desde octubre del 2005, cuando se inscribió en el Contingente Internacionalista Henry Reeve, abanderado por el Comandante en Jefe.

Entre los graduados de la ELAM, nos encontramos a médicos ecuatorianos, mexicanos y colombianos, quienes cuando no están atendiendo a pacientes en el CTC es posible verlos en sus habitaciones de descanso con libro en mano, preparándose para los exámenes de la especialidad de Médicos Integrales Generales que cursan en Haití.

En la casa de los colaborados también se extreman los cuidados para mantener la higiene. Apenas se escuchan los pasos de los que entran y salen. Ha sido un consenso para contribuir al descanso de quienes se recuperan de la guardia anterior. Solo el olor a un menú criollo interrumpe la calma. De eso se encargan las cooperantes, Virginia y María Belkis, quienes se conocieron en Pakistán cuando la emergencia del sismo y ahora comparten, además de la sala de rehabilitación en el hospital, la cocina.

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