Waldo Barrera Martínez - Cubainformación.- La forma en cómo surgió una bella historia de amor, sencilla pero al parecer extraída de las páginas de una novela, revela la grandeza de espíritu y nobles sentimientos de dos seres humanos luego sometidos a las más duras pruebas impuestas por el cumplimiento del deber.


El 28 de noviembre pasado, los periodistas Javier Salado y Graciela Ramírez, corresponsales de la edición cubana de Resumen Latinoamericano, realizaban una amplia entrevista al Héroe de la República de Cuba, René González, quien en ese momento, acompañado de su esposa, divulgaba muchos detalles de sus azarosas vidas.

En esa ocasión, ambos develaban ante sus entrevistadores cómo surgió una bella historia de amor que parece sacada de las páginas de una novela, revelando la grandeza de espíritu y los nobles sentimientos de dos seres humanos sometidos después a las más duras pruebas, impuestas por el cumplimiento del deber.

Ponemos ahora a consideración de nuestros lectores un fragmento de aquel encuentro donde dan a conocer esa sencilla y emotiva historia, transcurrida en la Cuba de principios de los años 80, con la frescura desenfadada y humor de dos jóvenes de su tiempo.

“Me pides que hable sobre lo que ha significado Olguita para mí. Es necesario recordar cómo nos conocimos. Olguita era compañera de trabajo de la esposa de un instructor de la escuela en San Julián[*]; a esta pareja – ya ella falleció, Marisol- les encantaba emparejar a la gente, incluso la hermana de Marisol termino casándose con mi instructor, Salas. En todo ese ambiente, ellos se empeñan en que yo conozca a Olguita y empiezan hablarme de una muchacha de lo más bonita, de lo más seriecita; en fin, a hablarme maravillas de Olguita.

Al fin acepté conocernos y nos íbamos a conocer el 14 de febrero de 1982. Ellos organizaron una fiesta en la casa de alguien y nos íbamos a conocer ahí, pero qué pasa: que una semana antes, el lunes anterior –por azares del destino– habían dicho en la escuela de aviación, que al que cogieran tumbando cocos, lo iban a botar de la escuela. En San Julián, había unos cocotales muy grandes y siempre las historias y los cuentos de San Julián estuvieron vinculados de forma humorística a la lucha de los estudiantes por robarse los cocos y la administración por impedirlo. Los cuentos son de antología: persecuciones, barbaridades que hacían los estudiantes para que no los cogieran, etc.”

Narra René cómo de casualidad y por ayudar a unos trabajadores, es sorprendido infraganti encima de un cocotero. La aventura terminó con dos meses sin pase, que solo contribuyeron a alargar el momento del encuentro. Pero como eso es otra historia, suprimimos esa parte para no cansar a nuestros lectores. Continúa el relato:

Entonces, me quedé dos meses en San Julián y mis amigos seguían diciendo: “qué lástima, tan linda que está la muchacha”. Ya soñaba con Olguita sin conocerla, a veces me ponía a hacer ejercicios y haciendo abdominales, pensaba, cómo será Olguita. Pasó el tiempo, y se cumplieron los dos meses, en la primera quincena de abril salgo en el primer pase; ese sábado era el 10 de abril. Yo vivía en la playita de 16 y no iba a Santa María del Mar nunca, me parecía un gasto de tiempo coger la guagua y arrancar para Santa María teniendo la playa ahí, a la mano, con todo mi ambiente.

Me acuerdo que Marisol y el esposo me dicen que el sábado iban a estar en la playa, en Santa María, e insisten para que yo vaya y conozca a Olguita. Por la mañana voy para la playita de 16 y estoy con mis amistades; pensé mucho irme para Santa María, coger una guagua. Pero ellos me habían dicho que llamara a la una a casa de Marisol para conocer dónde iban a estar exactamente: salgo de la playita de 16 a las 11:30, me doy un baño y a todas estas pensando, “coño pero arrancar para Santa María”. Decidí entonces probar, a ver qué pasaba, voy para la esquina, llamo por teléfono y me dice la mamá de Marisol, que ellos estaban en Boca Ciega, que fuera para allá. Me llené de valor, me eche la trusa arriba y arranqué para allá. Llegué y me bajé en el puente de madera que ya no existe, y cuando me bajé, el grupo me recibió y salió la “sirena” del mar. Desde que la vi me dije: contra, esta muchacha está bonita.

Ese sábado conversamos en la playa, jugamos con los compañeros. Después el viaje para La Habana lo hicimos “al revés”, algo que hacía mucha gente: iban para la terminal de Guanabo para después regresar sentados. El viaje lo hicimos en el último asiento, “en la cocina”, gritando porque la Girón hacia mucho ruido, fuimos conversando y ahí me di cuenta que tenía conversación, ya había visto que era bonita, tremendos ojotes, una risa muy linda, los labios…, en fin, tenía todas las características. Ese sábado la acompañé hasta su casa y al otro día fuimos a pasear; fuimos al Coney Island y al cine. Era el domingo 11 de abril. Yo tenía que regresar para la escuela; entonces, cuando la dejo en la casa le dije: “la semana que viene te voy a enamorar” y ella me miro como diciendo: hazlo ahora mismo; pero yo tenía que darme mi lugar.

Me fui para San Julián, para la escuela de aviación. Esa semana me la pase pensando en ella, ahí sí todos los días, y me decía: “coño está linda la muchacha, tengo que enamorarla”. Al próximo sábado, el 17 de abril, nos pusimos de acuerdo el mismo grupo y fuimos a “Los Violines”, que en aquel tiempo era un club nocturno, de lo más agradable que era. Allí, yo no sé si con la música de Roberto Carlos, el ambiente, estaba listo para echarle “una descarguita” pero cuando voy a echarle la descarga me mira así con esos ojos… y nada, le di un beso y ya, hasta ahora. Así de simple, hasta ahora y para toda la vida.”

El matrimonio, a pesar de la abrupta separación, de muchos años de cruel e injusto alejamiento, luego de más de tres décadas, se mantiene incólume y a ojos vistas más fortalecido y sólido que nunca. Una pareja que distingue por la sencillez y humildad; que bien pudiera pasar desapercibida en su andar por las calles de cualquier barrio cubano si no fuera por el reconocimiento de que gozan entre todos nuestros conciudadanos.

Olguita es hoy la eterna compañera. La vemos del brazo de su esposo en todos los espacios, dentro y fuera de Cuba, en todo momento, prendida de René como la pulsera amarilla que porta en una de sus muñecas, luchando sin descanso junto a él, a cualquier hora, por el retorno a casa de sus cuatro hermanos, aún separados de los seres queridos y de todo el pueblo que los reclama agradecido.

 

[*] Se refiere a la escuela de aviación de San Julián, provincia de pinar del Pinar del Río, donde René estudió entre 1979 y 1982, graduándose de piloto agrícola.

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