Máximo Painefil y Fernando Martínez, jóvenes indígenas formados en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de Cuba: “Cuba compartió sus conocimientos y nos formó como médicos al servicio de nuestras comunidades”


“Cuba compartió sus conocimientos y nos formó como médicos al servicio de nuestras comunidades”

Entrevista: Javier GARIJO / Transcripción: Andoni ITURBE y J. GARIJO / Cubainformación.- En agosto de 2018, Cubainformación participó en dos eventos en Argentina, organizados por la Fundación UMMAP: el Iº Encuentro Internacional “Un Mundo Mejor es Posible”, en Córdoba, y la V Brigada médica y cultural Che Guevara, en Santiago del Estero. Allí entrevistamos a Máximo Painefil y a Fernando Martínez, dos jóvenes indígenas que se formaron como médicos en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), en Cuba, gracias a las becas del gobierno de la Isla, y que hoy, además de realizar su trabajo en la sanidad argentina, colaboran de manera voluntaria en el Centro Oftalmológico “Ernesto Che Guevara”, de Córdoba donde, gracias también a la solidaridad cubana, miles de argentinas y argentinos sin recursos recuperan la visión.

¿Cómo ustedes llegan a estudiar en Cuba?

Máximo Painefil: Yo soy de Bariloche. En 1995, cuando Fidel Castro llega a la V Cumbre Iberoamericana, se formó el Grupo de Amistad y Solidaridad con Cuba de Bariloche, en el que participaba. En 2002, al grupo le asignaron dos becas para estudiar medicina en Cuba y fui seleccionado por mi descendencia mapuche y por el trabajo de mi familia con las comunidades indígenas.

Fernando Martínez: Yo, en 2008, intenté el ingreso para estudiar Medicina en Córdoba, pero no lo logré. Me quedé trabajando en la ciudad y por casualidad encontré un folleto que hablaba sobre las becas en Cuba. Empecé a buscar por Internet y contacté por email con la Embajada cubana. Al mes me citaron para mantener una entrevista personal.

Si no les hubieran dado la beca, ¿habrían insistido en matricularse? ¿Hubiesen podido estudiar medicina en Argentina?

F. M.: Lo hubiese intentado, pero casi seguro me hubiera sido imposible, porque mi familia no tenía la capacidad económica para pagarme la carrera ni el alquiler donde vivir.

M. P.: Mi primera idea era ser ingeniero; no tenía pensado estudiar medicina. Estudié en el colegio mecánico y había materias en las que tenía una base muy floja. Esto lo hablé apenas llegué a Cuba y me incentivaron en las materias en las que estaba más débil, se puede decir que tuve una atención personalizada. La norma de educación de Cuba facilita que podamos engancharnos en la carrera, y así fue. Hoy no lo cambiaría por nada.

Cuando llegan a Cuba son dos personas jóvenes. Llegar a un nuevo país que les pudo generar cierto impacto. ¿Qué les llamó la atención, cómo se sintieron, cómo fue la adaptación?

M. P.: Me pude adaptar bien, aunque sí fue un cambio brusco. Lo que más me llamó la atención en Cuba es la calidad de la gente, la solidaridad, la capacidad de compartir y dar todo lo poco que tienen.

F. M.: Lo que más te cuesta es el cambio de cultura. La escuela albergaba a una cantidad impresionante de personas de otros países; al principio chocaba el interactuar con gente de Colombia, Nicaragua, de toda América, las diferencias respecto al vocabulario, la forma de expresarse y demás. Pero fuera de eso, la adaptación fue muy buena.

¿Cómo fue y qué les aportó esa convivencia?

F. M.: Compartir experiencias de vida te ayuda a darte cuenta de que no eres el único que tuvo una vida dura, de que otras personas también han pasado por circunstancias difíciles. Además te das cuenta de que somos parecidos, hasta rasgos similares tenemos los del norte argentino con la población andina, de que lo único que nos diferencia es la forma en la que hablamos. Las diferencias esenciales son mínimas.

Conocer gente de todos los lados, incluso compañeros y compañeras de EEUU sin posibilidad de estudiar en su país, fue una experiencia muy positiva. Conocer estos contextos te abre el panorama general de toda América y de los procesos que se vivieron históricamente, sin limitar la visión al país de donde se es.

Hay algunos lugares en los que se critica y cuestiona la calidad educativa de Cuba. ¿Cómo valoran ustedes su formación?

M. P.: En la Escuela Latinoamericana de Medicina dan clase eminencias de todo el país. La calidad de docencia es alta y me ha ayudado muchísimo, hasta el día de hoy.

Al regresar, uno nota la diferencia. Acá se tiene una parte muy teórica y poca práctica. Un médico recién salido aquí tiene conocimiento pero carece de práctica de atención a pacientes. Sin embargo, en Cuba, desde primer año teníamos contacto con pacientes, rotábamos por distintas experiencias y conocíamos el sistema primario, secundario y terciario de salud. En 6º año teníamos el internado. Y no solo teníamos un contacto directo con pacientes sino que nos enseñaban y aprendimos a tratarles con calidad y calidez, eso marca diferencia. Hablamos al paciente de igual, no le miramos con superioridad y hasta el día de hoy se ve esa diferencia en el trato.

F. M.: Sí, la formación práctica, la importancia del trato, del respeto al paciente desde el primer contacto que se mantiene con él marca una diferencia fundamental en la formación que hemos recibido. En Cuba hemos aprendido a ver al paciente no solo como una persona enferma, sino como un ser completo, un ser social, una persona. Esto te da otra concepción, te da otro punto de vista.

M. P.: Además, aunque en Argentina hay excelentes médicos, tienen otra disposición hacia la docencia. En mi residencia en Argentina he tenido grandes profesores, eminencias, hacen publicaciones, pero son muy reacios a dar su conocimiento. Te dan una clase cada tres meses y las rondas de visita al paciente son muy rápidas; hacen el diagnóstico, te dicen lo que tienes que hacer y se van. Si haces una pregunta, te contestan para salir del paso y después anda vos a buscarlo a los libros.

En Cuba es totalmente distinto. El pase de visita puede durar toda la mañana y durante toda la mañana vas absorbiendo conocimiento. Eso por acá no se ve en el docente médico argentino y creo que es una diferencia también importante que se da con respecto a los docentes cubanos.

Y una vez que volvieron, ¿tuvieron dificultades?

M. P.: Para mí la dificultad inicial y quizás la mayor es el propio regreso. Estudiando te sientes acompañado, porque todo está bien organizado. Al regresar tienes que insertarte tú solo y decidir sobre las diferentes posibilidades que hay: hacer una especialidad o no, trabajar…

Yo en Bariloche no pude insertarme en la parte pública. Me dijeron que tenía que formarme y terminé cursando una especialidad en Córdoba.

Respecto al antecedente de haberme formado en Cuba, nunca tuve ningún problema profesional; he tenido la suerte de no haber perdido un trabajo o tener un jefe que cuestionara mi formación. Al contrario, reconozco siempre que mi formación fue en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba, es un orgullo para mí decir que estudié y que viví en Cuba. Está bueno también porque puedes romper mitos de algunas personas sobre lo que creen de Cuba.

¿Quienes os habéis formado en Cuba mantenéis encuentros en Argentina, estáis en coordinación?

M. P.: Hoy en día, en Argentina, hay más de mil médicos y médicas ELAM trabajando por el país, y generalmente cada quien hace su trabajo aisladamente. En encuentros como este nos conocemos e intercambiamos sobre el trabajo de cada cual y, sobre todo, nos organizamos para trabajar colectivamente por el derecho a la salud de la población argentina.

La salud es un derecho y no una mercancía. Somos ELAM por todo el esfuerzo que hizo Cuba para darnos esa posibilidad, Cuba compartió sus conocimientos y nos formó, y nosotros tenemos que aprovechar lo que aprendimos para la gente de nuestras comunidades.

F. M.: También aprovechamos para debatir sobre lo que está pasando en Argentina hoy en día con la salud pública y para unir estrategias de trabajo. Nos sirven para no aislarnos en nuestro trabajo o estudio y recordarnos qué es lo que queremos hacer, qué estamos haciendo, por qué nos formamos, cuáles son nuestros objetivos. Nos vamos con más ganas de seguir trabajando y emprender propuestas colectivas.

Cuba, además de médicos y médicas, ha apoyado la formación de deportistas, promotores de la cultura, ingenieras, abogados… ¿Mantienen contacto con personas formadas en estas otras especialidades?

M. P: Sí, conocemos otras personas que han estudiado en Cuba, principalmente en las actividades de los grupos de solidaridad con Cuba. Organizarnos nos va a servir para programar actividades, ir sumando gente y tener más trabajo conjunto. De todas maneras necesitamos mejorar la comunicación y la coordinación. Creo que lo más importante es la unidad, juntar fuerzas y seguir trabajando. Mostrar que Cuba es solidaridad, que lo que ha hecho la Revolución cubana, con Fidel a la cabeza, no se tiene que perder jamás.

F. M.: La idea es que esto sea multidisciplinario y que podamos abarcar un poco más que solo la cuestión de la salud. Tenemos una gran responsabilidad. Nos formamos en Cuba, aprendimos en un sistema de salud muy bueno y con una visión diferente, y nuestra responsabilidad es transmitirlo. No debemos quedarnos con el conocimiento y la forma de trabajo que aprendimos, sino compartirlo con quienes se graduaron en universidades argentinas. Expandir la idea de que un sistema de salud mejor es posible, y que hay herramientas para cambiarlo.

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