teleSUR.- En Cuba, diversas historias de solidaridad han comenzado a surgir en medio de la cuarentena que se vive por la pandemia del COVID-19, como la de dos italianos dueños de un restaurante que regalan almuerzos diariamente a los abuelos de su municipio, uno de los más afectados por el coronavirus en La Habana.
Restaurante italiano dona almuerzos a ancianos en un barrio habanero: “Lo menos que podíamos hacer”
Abel Padrón Padilla, Dinella García Acosta, Jorge Suñol Robles - Cubadebate
Hace tres días 29 personas mayores del barrio Buena Vista en el municipio Playa, en la capital, almuerzan a la manera más italiana, gracias a las pizzas margaritas y espaguetis boloñesa que dos italianos “egoístas” y agradecidos en Cuba les regalan diariamente, desde su restaurante “Bella Ciao”.
Aldo Amadori y Saverio Grisell llevan en la Isla casi 20 años. Llegaron desde la Toscana y fundaron, luego, la primera empresa mixta cubano-italiana de gastronomía en Cuba. Desde 2013 emprenden el restaurante “Bella Ciao”, en uno de los municipios más afectados por el nuevo coronavirus en el país.
“Cuando hay un problema social como este, hay que estar unidos. Si estamos unidos, ganamos la batalla. Sin solidaridad no llegamos a ninguna parte”, dice Saverio, mientras se fuma un cigarro sentado en una de las mesas de su restaurante vacío.
Hemos llegado hasta este sitio para contarles una historia de solidaridad plena, tan humana y necesaria en tiempos donde ataca el miedo, la incertidumbre, y, aún así, nada se vuelve más grande que la esperanza de los cubanos, nada se vuelve más hermoso como este gesto, que alimenta y salva.
“Cuba enviando médicos a Italia nos dio una lección de solidaridad. Lo poco que podemos hacer nosotros ahora es hacer algo similar con los recursos que tenemos”, aclara Aldo.
Debido a la situación sanitaria el restaurante solo ofrece servicios de comida para llevar o a domicilio. Aldo y Saverio, aferrados a su causa, se comunicaron con la presidente del CDR para que les proporcionara el listado de las personas mayores de su localidad. Ahora, cada mediodía, la hija o nieta de la presidenta viene y busca 29 comidas para esas personas.
Muchas plantas rodean las mesas de este lugar, diseñado completamente por el mismo Saverio al mínimo detalle. Pero lo que antes era un espacio lleno de niños jugando por sus jardines y domingos de peña de futbol, hoy es un lugar callado. Los clientes que vienen por estos días ordenan desde el carro o esperan en una de las mesas de la entrada, luego de lavarse las manos con hipoclorito. Así debe ser.
“Estamos viviendo un momento difícil. Estamos, como todo el mundo dice, en guerra. El problema es que es un enemigo invisible. No se puede matar. El único modo de matarlo es la disciplina social”, asegura Saverio, mientras Aldo da vueltas por el restaurante organizando lo que aún queda en funcionamiento.
De los 30 trabajadores contratados regularmente hoy quedan muy pocos laborando. Hay una mesera con nasobuco que espera atenta a los carros que pasen y preguntan si siguen abiertos. “No, pero ofrecemos comida para llevar”, les responde.
“Ahora mismo, comercialmente, estamos perdiendo, pero estamos abiertos para prestar un servicio. Hay gente que no puede moverse de casa. Las personas mayores son las más afectadas y corren más riesgo si salen a comprar comida. De esta manera, no tienen que ir a la tienda, disminuye el riesgo para ellos y para todos”, explica Aldo.
Esta no es la primera vez que estos dos amigos, que asumen a Cuba como propia, tienen este tipo de iniciativas para ayudar en su localidad. Ya lo hicieron con niños diagnosticados con cáncer y preparan otros proyectos para cuando esta pandemia termine.
“No es una ayuda grandísima. No soy millonario, pero es lo que puedo hacer. También es una forma egoísta. Lo hago por mí mismo. Me siento bien ayudando a los demás. Es una forma cristiana egoísta. No soy católico. Pero yo creo que la religión católica es una forma egoísta. Ayudando a los demás, te ayudas a ti mismo. Es una forma casi egoísta”, dice Saverio, mientras se disculpa por esta entrevista que él considera “darse propaganda”.
Esa “propaganda” hizo que una de las vecinas, a quien ni siquiera conoce - son tiempos de aislamiento social para todos – les hiciera llegar una carta de agradecimiento.
“En estos momentos donde estamos pasando mundialmente por una situación difícil, donde impera la palabra solidaridad, les doy las gracias por esa bonita iniciativa. Mis saludos y cuídense. Chao”, firma Concepción Aldama, una de las vecinas del barrio.
Aldo se anima a contarnos que este país le dio trabajo y dos hijas, ambas muy jóvenes. Una de 13 y otra de 16 años. No viven en La Habana. Las menciona y se le iluminan los ojos. Así acorta la distancia que los separa.
De pronto suena el tema. Es el mismísimo Bella Ciao, histórica canción del movimiento antifascista en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Saverio la ha puesto de tono de celular. Este es su espacio de resistencia. Ahora recuerda cuando participó en la fundación del histórico restaurante Prado y Neptuno, que debe su nombre a la popular canción de los años 50, “La Engañadora”.
Para ellos, Cuba e Italia se parecen mucho. No quieren dejar de mencionar a esa brigada que se ha ido a Lombardía a combatir la COVID-19:
“Fue muy emocionante ver a los médicos cubanos que llegaron al aeropuerto y a todo el mundo espontáneamente aplaudiéndoles”.
Lo que ahora ocupa el “Bella Ciao” antes era un monte, no había nada. Saverio diseñó todo, hasta las plantas. Llamó a Aldo, que en aquel entonces tenía 50. Dieciocho años después, Aldo no se despega de Cuba.
Piden excusas en el diálogo. Hay cosas que no entienden. Hablamos más lento entonces y se cruzan los idiomas. “El que entra en Bella Ciao y no se lleva ninguna comida, es un delito”, apunta Saverio.
Mientras hablamos, mantenemos la distancia de más de un metro y en el televisor de atrás, donde antes se podía ver el fútbol, ahora se ve TeleSur. Italianos y cubanos manteniendo las distancias. Esas, junto a la solidaridad, son de esos nuevos comportamientos que ha traído esta pandemia.