Juilo Anguita mantuvo una larga amistad con Fidel Castro y viajó a Cuba al menos en cinco ocasiones. "Mientras haya un pirata en frente como EE. UU., violando el derecho internacional y apretando a una pequeña nación llamada Cuba, el comandante Fidel y yo, en la misma trinchera, disparamos contra él. Y después, entre tiro y tiro, podemos discutir ciertas cosas en las que a lo mejor no estamos de acuerdo", declaró Anguita en 2004.


"Para mí Cuba constituye una aportación fundamental a la historia de la revolución mundial, guste o no guste a los EE. UU. o a una cierta izquierda europea, por llamarla de alguna manera. Yo me dirigiría a los que no estamos en Cuba y les diría que observemos el proceso, veamos cómo arrancó y tengamos el valor suficiente para afirmar que aquello sigue siendo una vía válida con todas sus fuerzas y con todos sus fallos", afirmó en una entrevsta reciente.

Video: teleSUR.

 

Presidente cubano expresa condolencias por muerte de líder de izquierda español

Cubadebate

El Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, transmitió sus condolencias por el fallecimiento de Julio Anguita González, líder español de la Izquierda Unida.

En un mensaje publicado hoy en la red social twitter, el mandatario cubano escribió: "Histórico líder español de Izquierda Unida, Julio Anguita, fallece a los 78 años de edad. Lamentamos su pérdida. Nuestras condolencias a familiares, amigos y compañeros de luchas. #SomosCuba".


El dirigente político español murió este sábado pasadas las 11 horas, en España, a la edad de 78 años, una semana después de que fuera ingresado en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Reina Sofía, de Córdoba, tras sufrir una parada cardiaca.

Julio Anguita González fue un maestro y político español. Fue alcalde de Córdoba entre 1979 y 1986, secretario general del Partido Comunista de España y coordinador general de Izquierda Unida.

 

Histórico líder español de Izquierda Unida, Julio Anguita, fallece a los 78 años de edad

Cubadebate

El histórico dirigente de Izquierda Unida (IU) y exalcalde de Córdoba, Julio Anguita, murió este sábado a la edad de 78 años de edad, luego de que fuera ingresado hace una semana  en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Reina Sofía de Córdoba tras sufrir una parada cardiaca.

En el último parte médico publicado este viernes sobre su estado de salud, el centro sanitario explicó que el exlíder izquierdista se encontraba en estado “crítico”.

Su familia ha trasladado su “más sincero agradecimiento” por las muestras de cariño recibidas en los últimos días.

“Ante la imposibilidad de dar respuesta personalmente a las innumerables muestras de apoyo recibidas en la última semana, quiere trasladar su más sincero agradecimiento por el cariño mostrado. Toda la fuerza que en estos días habéis enviado a Julio, nos acompaña y reconforta ahora a nosotros. Gracias, de corazón”, manifestó en un escueto comunicado.

El actual coordinador general del partido, Alberto Garzón, expresó su incredulidad y su pena por el fallecimiento de Anguita en Twitter.

“Aún no me lo puedo creer. Sigo llorando y no sé cuándo dejaré de hacerlo”, escribió. Con su desaparición, “hemos perdido al más grande. Nuestro amigo, nuestro camarada”. “Has sido y serás la inspiración de muchos. Gracias por tu ejemplo. Seguimos tu lucha. Descansa en paz”, concluyó.

Por su parte, el vicepresidente de Derechos Sociales y líder de Podemos, Pablo Iglesias, definió al fundador de Izquierda Unida como “el mejor referente político”, una persona que, según ha confesado, le marcó el camino a seguir y que siempre “se atrevió a señalar al poder”.

“Dijo las más crudas e incorrectas verdades con todo en contra y, hasta el final, nos indicó el camino que algunos quisimos seguir”, escribió Iglesias en su cuenta de Twitter. Para el vicepresidente del Gobierno, con Anguita no sólo se va “un referente ético”. “Se nos va nuestro mejor referente político. Hasta siempre”.

El presidente popular de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, reconoció la capacidad del histórico dirigente de IU para “llegar a acuerdos a pesar de las discrepancias”. En su cuenta de Twitter, Moreno escribió que Anguita tenía “todos sus respetos y reconocimiento por su aportación a la política en España”.

Añadió que era “un hombre comprometido con sus ideas y capaz de llegar a acuerdos necesarios a pesar de las discrepancias”, y expresó sus condolencias a sus compañeros y a su familia.

Anguita sufrió una parada cardiorrespiratoria en su vivienda hace una semana, entonces fue reanimado e intubado, antes del traslado de urgencia al hospital. No era la primera vez que sufría problemas de corazón. Tuvo un infarto en Barcelona en plena campaña electoral en 1993 y otro en Córdoba cinco años después, mientras que en el 2009 y el 2014 también ingresó por problemas cardíacos en Cádiz y Salamanca, respectivamente.

Incluso publicó ‘Corazón rojo. La vida después de un infarto’, donde relataba su propia experiencia tras sufrir este problema de salud.

Hijo de militar, bisnieto y nieto de guardia civil, nació en Fuengirola (Málaga) en 1941 pero se afincó en Córdoba desde la infancia. Anguita era licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad de Barcelona y ejerció como maestro nacional en Montilla, Alicún de Ortega (Granada), Nueva Carteya y Córdoba capital, donde también fue profesor de secundaria en el IES Blas Infante.

Se inició en política en grupos clandestinos hasta que ingresó en 1972 en el Partido Comunista de España (PCE), del que sería secretario general, y en 1977 accedió al Comité Central del partido en Andalucía (PCA). En las elecciones municipales de 1979 fue el candidato del PCE a la Alcaldía de Córdoba, cargo que alcanzó y ostentaría hasta 1986.

Diputado en el Parlamento andaluz durante las dos primeras legislaturas, fue candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía en 1986 al frente de la coalición Izquierda Unida, que se estrenó como marca electoral en dichos comicios autonómicos logrando 19 escaños.

Fue el candidato comunista por primera vez al gobierno de España en las elecciones de 1989, en las que su partido subió de 7 a 17 escaños. Obtuvo escaño en el Congreso de los Diputados y ocupó la presidencia del grupo parlamentario. En 1990 fue reelegido coordinador general de IU y se mantuvo firme en no transformar la coalición en partido. Dimitió un año después al no ganar la presidencia de la coalición.

En el congreso de los comunistas de 1991, Anguita fue reelegido secretario general. Frente al sector que defendía la disolución del PCE en IU impuso su postura y se aprobó la pervivencia del partido. En 1992 revalidó el cargo de coordinador general al que sumó el de coordinador de Relaciones Internacionales.

Fue nuevamente candidato a la presidencia del Gobierno en 1993; renovó como diputado y por cuarta vez como coordinador general de IU y en la Secretaría del PCE. En mayo de 1993, durante la campaña electoral, sufrió un infarto agudo en Barcelona.

En 1996 volvió a presentarse a las elecciones generales y se hizo muy popular por sus explicaciones y por la frase, “programa, programa, programa” cuando comentaba la posibilidad de pactos con otros partidos. Ese año vivió la cumbre de su carrera política al frente de IU al ser la tercera fuerza en el Congreso con 21 escaños fruto de más de dos millones y medio de votos por detrás del PP y PSOE.

En 1997 fue elegido por quinta vez coordinador general de IU, a pesar de no contar con el apoyo de corrientes tan influyentes como “Espacio Alternativo” y “Tercera Vía”. En 1998 y debido a un segundo infarto no se presentó a la reelección como secretario del PCE, cargo que pasó a Francisco Frutos y en la nueva directiva ocupó un puesto en el Comité Ejecutivo.

Entonces dijo que por responsabilidad dimitía tras el importante retroceso de IU en las municipales, autonómicas y europeas de 1999, en las que perdieron 39 diputados autonómicos y 5 eurodiputados. Anguita permaneció como coordinador general pero arropado por una Coordinación Colegiada.

En diciembre de 1999, sus problemas de corazón le obligaron a renunciar a encabezar la lista electoral de Izquierda Unida, puesto en el que le relevó también Frutos, secretario general del PCE. Y el 7 de enero de 2000, dos meses antes de las generales, renunció también a presentarse a las elecciones.

El exalcalde de Córdoba permaneció como asesor parlamentario y en la siguiente asamblea de IU dejó su cargo. El 29 de octubre del 2000 fue relevado por Gaspar Llamares, su propio candidato y empezó a dejar la vida pública. Volvió a la enseñanza en el Instituto Blas Infante de Córdoba, tras más de veinte años en excedencia, pero permaneció en el Consejo Federal.

En 2002 renunció a la dirección del PCE y en 2003 dejó definitivamente la política y los órganos de dirección, aunque siguió participando en reuniones y conferencias de IU. Sin embargo, no apoyó la candidatura de Llamazares a la presidencia del Gobierno en las generales de 2008 ni tampoco para la dirección del PCE, donde respaldó a la candidata Marga Sanz.

Mantuvo, eso sí, una intensa actividad pública con la publicación de sus memorias, la participación en debates y apoyando nuevas iniciativas. En noviembre de 2012 lideró el acto de constitución del movimiento ciudadano Frente Cívico-Somos Mayoría (FCSM). Dos años después, en diciembre de 2014, impulsó un manifiesto que pedía la ruptura de IU con el PSOE en Andalucía.

En 2015 apoyó la candidatura de Alberto Garzón para encabezar las listas de IU en las elecciones generales, y en marzo de ese mismo año, durante la campaña de las elecciones andaluzas, participó en un mitin en Málaga, algo que no hacía desde hacía 15 años. Unos días después se inscribió como militante de IU en Ciudad Rodrigo (Salamanca).

Julio Anguita es autor de varios libros, entre los que figuran: Textos y discursos (de su etapacomo alcalde de Córdoba), Desamortización Eclesiástica en la ciudad de Córdoba (1836-1845) y Otra Andalucía, escrita junto a Rafael Alberti. En 2011 publicó Combates de este tiempo y a finales de 2013 presentó la biografía política Contra la ceguera.

(Tomado de La Vanguardia)

 

Entrevista a Julio Anguita: Fidel y yo en la misma trinchera

Kaosenlared Febrero de 2004

Julio Anguita no parece haber perdido las buenas costumbres porque llega a nuestra cita con puntualidad militante. Durante la entrevista, comprobamos que el que fuera coordinador general de IU durante muchos años, mantiene la pasión por la política y conserva la misma lucidez y perspectiva crítica de siempre, aunque eso sí, parece más pesimista con la situación mundial actual. Asegura que Cuba es una aportación indiscutible a la historia de la revolución y opina que apoyarla significa hoy «compromiso contra la globalización». Fustiga a los políticos de izquierdas que tienen miedo a presentarse «como lo que somos, rojos,» y augura un porvenir sombrío para el Estado Español si no se reconoce a los distintos pueblos que lo integran. Al término del encuentro, pudimos darnos cuenta de lo que se echa en falta una figura de su talla en estos tiempos de tanta mediocridad política.

Para empezar, nos gustaría que hablara de las veces que ha estado en Cuba y las impresiones que le causaron sus distintos viajes.

Bueno, yo he visitado Cuba en 5 ocasiones y he visto el país en distintos momentos de su historia reciente. Las primeras 2 veces, allá por los años 80, vi una revolución muy pujante, donde hasta los propios cubanos que estaban en contra me reconocían que la formación política que tenían para combatir el régimen se la había proporcionado el propio Castro. Me llamó mucho la atención la tremenda libertad de la gente corriente, el alto nivel político y cultural de la población, la participación de la sociedad en los asuntos del país… Vi un sistema democrático, no de partidos, que me gustó muchísimo.

Después, tras la caída de la URSS, he viajado en otras tres ocasiones y he visto los problemas derivados de la escasez de petróleo, el tener que admitir el tema del turismo y los empresarios españoles, el desencanto de parte del pueblo, el tener alguna que otra emisora de radio permanentemente bombardeando los oídos de los cubanos sobre un supuesto paraíso americano… Todo esa perspectiva también la tengo. Pero aun así he de decir que Cuba, a pesar de todo, ha seguido conservando su personalidad.

¿A qué se refiere exactamente?

Sí, a que hay sectores de la población, por ejemplo el colectivo de las personas negras, que saben que es el único sitio donde son iguales que los blancos. Y otros que mirando a su alrededor se dan cuenta que viven mejor que su entorno si se atienen a la calidad de vida en cuanto a sanidad, educación, acceso a los libros o posibilidades de participar se refiere. Lo que pasa es que esto a veces no es valorado lo suficiente por los propios cubanos, porque las generaciones que hicieron la Revolución y levantaron el país van muriéndose poco a poco. Entonces, entra gente que eso que es tan importante le suena a las batallitas de papá y así es como se van minando las resistencias.

¿Qué balance global haría de estos 45 años de Revolución?

Para mí Cuba constituye una aportación fundamental a la historia de la revolución mundial, guste o no guste a los EE.UU o a una cierta izquierda europea, por llamarla de alguna manera. Yo me dirigiría a los que no estamos en Cuba y les diría que observemos el proceso, veamos cómo arrancó y tengamos el valor suficiente para afirmar que aquello sigue siendo una vía válida con todas su fuerza y con todos sus fallos. Para mí el apoyo a la Revolución Cubana hoy es compromiso contra la globalización. Mientras haya un pirata en frente como EE.UU, violando el derecho internacional y apretando a una pequeña nación llamada Cuba, el comandante Fidel y yo, en la misma trinchera, disparamos contra él. Y después, entre tiro y tiro, podemos discutir ciertas cosas en las que a lo mejor no estamos de acuerdo.

Lo que acaba de afirmar no es muy políticamente correcto que digamos, sobre todo en estos tiempos que corren…

Sí, sé que no está bien visto hablar así, pero eso es un problema de los que tienen miedo al que dirán, el mío no lo es desde luego. En la vida uno tiene que tener sentido de la propia estima. Por eso, intentar medir con los parámetros de cualquier otro país a Cuba, olvidando la Ley Torricelli o la Helms-Burton, los más de 500 atentados montados por la CIA y reconocidos por el Senado norteamericano contra Fidel, los bombardeos con ciertas bacterias sobre campos de caña de azúcar, el bloqueo que la Asamblea General de Naciones Unidas tantas veces ha condenado, etc, etc. me parece indecente, indecoroso y además suicida. Tengan en cuenta que yo soy de un partido con una ideología que nunca fue fuerte en el mundo y cuando nos apuntamos a esta fuerza política sabíamos lo que era y que íbamos a contracorriente.

Sin embargo, entre los partidos políticos españoles tradicionalmente de izquierdas hay mucho miedo a la hora de pronunciarse sobre Cuba.

Hay mucho miedo y a veces, perdonadme la expresión, muy poca vergüenza también. Yo hace poco he visto algunas declaraciones de ciertos dirigentes que cuando se les ha preguntado por el tema de Cuba se han asustado. Y lo que no saben es que eso les hace perder votantes y encima no ganan a los otros. No son ni siquiera buenos compradores.

¿A qué achaca esa actitud? ¿Afán de respetabilidad quizás?

¿Pero de qué respetabilidad hablamos? Será la respetabilidad del usurero, porque para mí, por ejemplo, ni Aznar ni Solana tienen ninguna respetabilidad. Son ilustres delincuentes que no pueden ser detenidos y juzgados simplemente porque no hay una correlación de fuerzas que lo permita. Yo llamé en su día a Javier Solana criminal de guerra y lo sigo manteniendo. Además, estamos viviendo unos momentos en que parece que las cosas están dormidas y es precisamente ahora cuando hay que tener las posiciones claras, lo que no quiere decir irreductibles. Yo no creo que haya que encastillarse en la defensa de unas posiciones sin argumentarlas, eso es un numantinismo que no entiendo.

¿Se equivoca entonces la izquierda cuando condena al sistema cubano? 

Claro que sí. La izquierda, si algún día quiere revitalizarse, tiene que acudir a la historia y aprender lo que supuso el régimen de Batista y lo que ha supuesto el intento permanente de EE.UU por hacerse con la isla porque era un enclave perfecto para sus intereses. Pero resulta que de pronto le sale una Cuba que le dice «mire usted, yo soy independiente». Entonces, esa bandera de independencia es lo que le jode verdaderamente a EE.UU, no que Castro sea comunista. A partir de ahí han ido construyendo la idea de que Cuba es la mala oficial, un lugar siniestro donde hay un dictador sangriento, etc. Todo esto, además, enmarcado dentro de una filosofía muy de El Corte Inglés, ensalzadora de lo joven, y claro, Fidel no es ningún chaval. Ahora bien, la juventud es algo extraordinario, por supuesto, pero por sí misma no es garantía de que sea lo mejor.

De sus encuentros con Fidel ¿qué es lo que destacaría? ¿con qué se queda?

Lo que más admiro es su gran preparación y su capacidad didáctica. Los discursos que yo le he visto dar están siempre impregnados de humor, de acercarse con cierta sorna a la gente, pero al mismo tiempo si uno se fija puede apreciar que han sido concienzudamente preparados y que están hechos desde la precisión y el análisis marxista más ortodoxo. No se me olvidará nunca un discurso que dio en Managua (Nicaragua), en la toma de posesión del presidente Daniel Ortega, a la que acudió sorpresivamente y allí dijo: «los americanos me han criticado porque yo me he presentado de manera sorpresiva y sin avisar, ¡cómo si no supieran ellos que yo no puedo avisar de mis viajes!». Fue bastante gracioso la verdad. Por cierto, en aquel viaje Fidel vino acompañado por el entonces director de El País, Juan Luis Cebrián, quien estaba totalmente obnubilado. Sí, sí, parecía la novia arrebatada de amor al lado del comandante. Vivir para ver.

Antes ha dicho que había cosas de Cuba con las que no estaba de acuerdo. ¿Podría decirnos alguna? 

Por ejemplo los últimos fusilamientos. Yo no estoy de acuerdo con la pena de muerte, venga de Castro o de quien sea. Pero independientemente de eso, es que creo que se cometió un error con esos tres fusilados. Si lo que se pretendía era dar un escarmiento, en ese caso pienso que hubiera bastado con condenarlos a trabajos forzados o algo por el estilo. De todos modos, esa es mi visión desde aquí, habrá que ver lo que está sucediendo allí. Dicho esto además, estoy seguro que hubo materia de sobra contra ellos y que en Estados Unidos por cosas 100 veces menores están tostando a cientos de personas… Y, por supuesto, como hice público en su día, estar en contra de la pena de muerte para mí no equivale a estar en contra de la Revolución. Volviendo a la metáfora que usé antes, éste sería el debate en la trinchera que yo mantendría con Castro mientras los dos le disparamos a los hijos de puta de en frente. Porque, vuelvo a repetir, nos la estamos viendo con la cara más fea del capitalismo y del imperialismo y, ante esto, hay que tener las cosas claras y no confundir al enemigo.

Sin embargo, mucha gente aprovechó el momento para romper definitivamente con Cuba. El mismísimo José Saramago hizo una condena pública al día siguiente en el periódico El País. ¿Cómo valora ese gesto?

Bueno, es que siempre que sucede una cosa así suele venir acompañada de una provocación a las fuerzas de izquierdas para que éstas se posicionen. Y la campaña que se desató fue tremenda. Yo no es que pretenda disculpar a Saramago pero no puedo ocultar una especial debilidad por él. Saramago es rojo de verdad. Quizá fue la presión del momento lo que le llevó a pronunciarse asi. No lo sé.

¿Se podría decir que la posibilidad de una intervención militar en Cuba puede ser ahora más real que nunca? 

Sin duda. Hasta ahora no lo había dicho nunca, pero para que entendáis hasta qué extremo puede llegar el poder os contaré que antes de emprender mi último viaje a Cuba, en el año 97 o 98 -no recuerdo bien ahora-, el entonces Ministro de Exteriores, Abel Matutes, me llamó por teléfono y me vino a decir algo así como: «Mire, estoy aquí con Más Canosa y nos hemos enterado de que vas a ir a ver a Castro. Oye, me ha dicho Más Canosa que le digas a Castro que si permite unas elecciones libres, o con cierta sordina en la isla, estará dispuesto a que no haya problemas con Cuba».

¿Se lo comentó a Fidel?

Ni se lo mencioné. Yo a Fidel con cosas de gángster no le voy. Pero para que veáis, esto es sólo un ejemplo de como se mueve todo un Ministro de Relaciones Exteriores de España. Por eso os digo que a estas alturas del partido no me parecería extraño que Bush, con tal de ganar las próximas elecciones y mantenerse en el poder, fuera capaz de atacar a la isla. Ya sabemos los favores que este pirata le debe a la mafia de Florida. Y Cuba, además, es apetitosa porque con ella el emperador podría colgarse el trofeo de haber acabado con el «Mal».

Pero, ¿no cree que una agresión de ese tipo levantaría un gran rechazo a nivel mundial?

Miren, precisamente en estos momentos la capacidad de aguante y de encallecimiento de la conciencia, tanto de periodistas como de medios de comunicación o de dirigentes políticos, no tiene parangón donde quiera que estén. Tengan en cuenta que la libertad de información no existe y que lo alternativo llega a poca gente. Si se produjera una invasión, habría seguramente protestas, pero la gran mayoría miraría para otro sitio.

Cuando se habla de Cuba, al final la pregunta de qué pasará cuando muera Fidel casi siempre termina apareciendo por algún lado. Nosotros no le vamos a pedir que juegue a ser adivino pero…

Yo se lo agradezco. No quisiera contestar a esa pregunta para no transmitir desánimo, porque la cosa está muy difícil, la verdad. El adversario es muy poderoso y los aliados que pueda tener Cuba son hoy por hoy muy sui generis, aunque yo sea un gran defensor de Hugo Chávez y su causa. Por otro lado, ni Raúl Castro ni los demás son como Fidel. Ese es el problema de contar con una personalidad tan excepcional, pero que es finita, y tener en frente lo que se tiene. Yo no quiero parecer pesimista, simplemente pretendo ser realista. Y ahora nos va a tocar pasar una fase muy dura de hegemonía del Imperio, de Bush o del que venga después, eso da lo mismo. Y la única que podría jugar un papel de contrapeso importante sería la Unión Europea, pero ésta no está por la labor, no tiene ninguna dignidad. De todos modos, cuando llegue ese día que habéis mencionado, la partida se jugará, cada uno tendrá que mover sus peones y ya veremos que es lo que pasa. Por ahora lo único que puedo desear es que Fidel Castro dure mucho tiempo.

Sin embargo, paralelamente a esa crisis de la izquierda que usted ha señalado, asistimos también al renacer de ciertas opciones progresistas en América Latina, al tiempo que crece el movimiento antiglobalización…

Sí pero en nada comparable, a mi modo de ver, con los movimientos que se dieron en torno a Mayo del 68, cuando había figuras de la talla de Tito, Nehru, Lumumba o el propio Fidel Castro, o cuando se creó la Conferencia de los Países No Alineados. Pero es que además también se ha perdido la figura del intelectual comprometido. Algunos de ellos fueron seguidores de lo que pasaba en la URSS sin espíritu crítico; otros se situaron en un mundo de construcciones teóricas y se alejaron de la realidad de la gente; mientras que el resto abrazó el neoliberalismo y por tanto dejaron de ser intelectuales.

Para mí el hecho de que un partido como el Laborista británico tenga de secretario general a un tal Tony Blair y que Thomas Giddens sea su teórico oficial me indica mucho de hacia donde vamos. Y lo mismo digo del Partido Socialista Obrero Español, que tiene entre sus filas a gente como Javier Solana, con lo que ha hecho este tipo. O lo que está pasando en Rusia, donde hoy vemos cómo muchos de los burócratas que manejan las finanzas y el dinero sucio son antiguos miembros de la dirección del Partido Comunista.  En fin, no me gustaría transmitiros una imagen pesimista, porque no me considero así, pero ante esta realidad inmediata no puedo mostrarme de otra manera.

Y mientras el movimiento obrero siga en esta postración, que yo creo que no va a cambiar porque ha perdido totalmente su sentido de clase, me temo que esto va a tener que bascular sobre otros colectivos. Estoy diciendo algo que para un marxista puede significar una especie de herejía, pero qué le voy a hacer.

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