Cubavisión Internacional.- Italia sigue siendo el país europeo que más muertes registra por Covid-19. En Turín, región de Piamonte, la Brigada Médica Cubana que allí labora, continúa salvando vidas junto a personal sanitario y jóvenes voluntarios  de esa nación.


Crónicas desde Turín: Migue, el de Nancy

Enrique Ubieta Gómez - Tomado de Cubadebate

En La Palma, ese bello pueblo pinareño cercado de bosques y mogotes protegidos, vive y trabaja “Migue, el de Nancy”. Así lo conocen todos, según él, porque su esposa, a quien ama desde los 15 años –y con quien lleva treinta de casado–, es maestra de español y literatura y claro, más conocida.

Pero Miguel Ángel Sánchez González, Licenciado en Enfermería y especialista en terapia intensiva, tiene su propia historia. Hoy cumple 55 años. Sus ojos brillan cuando menciona a sus hijos; el mayor, de igual nombre que el padre, cuentapropista, “un muchacho muy bueno, muy querido en el pueblo”; la menor, María de los Ángeles, a punto de concluir la carrera de medicina, “espero estar allá para su graduación, no sé este año con el coronavirus cómo se hará”.

En el Policlínico Pedro Borrás, de La Palma, ha pasado por los departamentos de asistencia médica y hospitalización y ha sido jefe del SIUM. En 2004, sin salir de Cuba, participó en la Misión Milagro, con pacientes venezolanos. Pero formó parte de la Brigada Henry Reeve desde sus inicios, y viajó a Paquistán en diciembre de 2005, en el vuelo número 16.

Sin darse una tregua integró el contingente médico de Cuba en la hermana Venezuela, de 2006 a 2010. Fue demasiado tiempo lejos de su pequeña familia, y volvió a su trabajo, a su vida de hombre pleno.

“Pero en 2015 llegó el ébola y me llamaron, de un día para otro, fue una decisión de horas, un choque, yo le comenté a mi esposa, están formando una brigada… y ya estaba dentro; con la Henry Reeve son siempre decisiones rápidas. Con Paquistán me pasó igual, yo veía en la televisión, asombrado, a los médicos en la nieve, con aquellos gorros, y unas horas después ya yo estaba en el grupo, fueron alrededor de 18 o 19 brigadas.

“Con el ébola también, me dicen, se está formando una brigada, queremos saber tu disposición, sí, claro, dije, y al otro día ya estaba recogiendo mis cosas porque salía para La Habana. Estuve en Sierra Leona. Fui de los primeros que llegaron a La Habana, allí pasamos alrededor de un mes de entrenamiento. El ébola fue…, es que no hay palabras, sabías que te enfrentabas a la muerte, la Humanidad estaba muy pendiente de aquello, era terrible.

“Mi esposa es religiosa, quizás eso le dio un poco de conformidad, hacer el bien siempre es gratificante; sentía temor, pero sabía que yo tenía que ir. Después del ébola no volví a salir hasta ahora, quería, quiero ver a mi hija graduarse, me centré en sus estudios, porque había estado muchos años separado de mi familia, y pensé que era el momento de estar cerca de ella.

“Imagínate, cuando se declara la pandemia del coronavirus, ya empieza a rondarle a uno la idea de que te van a llamar, de que Cuba va a ofrecer sus servicios, de que vamos a estar en la trinchera otra vez. Y no puedes negarte a ayudar a los demás. Pero no se compara al ébola. Pese a que aquí también te juegas la vida, esta experiencia es muy diferente. Para quienes estuvimos en el ébola cualquier otra experiencia parece más sencilla. Y uno aprendió a cuidarse, a protegerse más. Sentimos más seguridad en lo que hacemos. Nunca imaginamos estar en este país, en esta gran ciudad, con una cultura milenaria, pero nos dimos cuenta de que nuestros conocimientos no son menos, y que nuestra pequeña contribución cuenta”.

(Tomado de Facebook)

 

Crónicas desde Turín: Una opinión formada en primavera en plena línea roja

Enrique Ubieta Gómez - Tomado de Cubadebate

¿Ha llegado el verano? La pregunta brota inaudible, para que no la escuche el Dios de la estación y se arrepienta. En Crema, fuimos cocinados a fuego lento en la Plaza del Duomo, durante el acto de despedida, que transcurrió entre las 11 de la mañana y la 1 de la tarde. El sol, perpendicular, nos hizo sentir en Cuba. Pero el clima de Turín, a 400 metros sobre el nivel del mar, es menos cálido. Aun así, dicen que el mes de agosto es sofocante. La ciudad, rodeada por los Alpes, arde. Por la salud del pueblo italiano, esperamos estar en casa, junto a nuestras familias.

Lo cierto es que ya no es imprescindible el abrigo.Los amaneceres y las noches son ligeramente fríos, pero el día se abre, y por la tarde, sobran las mangas largas. La gente estrena su ropa de verano con la misma ansiedad que nosotros la ropa de invierno. Un solo rayo de sol basta paraque se exhiban en los balcones, y se embadurnen de cremas protectoras. Han aparecido también las sábanas blancas y la ropa de todos los colores, colgadas en los balcones.

Supongo que existen las secadoras automáticas, pero aunque Turín no es Nápoles, nada iguala el milenario efecto solar sobre la ropa y el espíritu. Este domingo, sin embargo, la televisión italiana trasmitió imágenes preocupantes: cientos de personas, sin nasobuco, aglomeradas en los parques. Es instintivo, un acto de liberación que enlaza la llegada del verano con la abolición del encierro hogareño.

La actividad del hospital sigue su curso. La novedad fue la visita de los directivos de la empresa que lo administra. El hospital covid-OGR ha sido un éxito rotundo –su estilo multidisciplinario no es común para este tipo de centro en Italia--, a pesar de que otros de similares características habían fracasado antes. Todas las tardes, alrededor de las 2, se producen verdaderas sesiones científicas. Los principales especialistas de Italia y de Cuba se reúnen para analizar los casos más complejos.

Los cubanos se han ganado un respeto en esos debates y sus opiniones marcan pautas. El doctor Julio Guerra –que hoy, sea dicho ya, cumple 44 años— se entusiasma al hablar de los casos discutidos, “muy bonitos”, dice a veces, y se olvida de que no soy médico. Para explicar la reacción del director clínico del hospital, sin tener que describir los casos y sus soluciones, diré que la característica de nuestros especialistas es que se saltan las que impone el libro, y van al paciente, y que a veces –lo han demostrado-- la más efectiva, es la más simple.

Lo cierto es que hoy, ante la evidente mejoría de una anciana de 94 años, a partir de un criterio clínico de Julio, el doctor Alessandro Comune, quien ocupa el cargo antes mencionado y conduce las sesiones, expresó emocionado (las emociones no son consideradas científicas): “ustedes diagnostican con pocos recursos, son muy exactos, muy precisos.

La medicina de los cubanos es más limpia que la nuestra, y la que enseñan es mejor que la que enseñamos en nuestras universidades. Resuelven problemas con pocos recursos, piensan, utilizan los elementos clínicos para diagnosticar y lo hacen con precisión, sin necesidad de análisis complementarios. En mi hospital de procedencia, hubiésemos gastado un arsenal de recursos, y el resultado no hubiese sido mejor”.

Aunque el verano hace que las personas sean más extrovertidas, creo que esa opinión empezó a formarse una mañana de primavera en la que un grupo de médicos y enfermeros cubanos (y Julio con ellos) entró, por primera vez, a la zona roja.

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