Bertha Mojena Milian - CubaSí.- Mamá María extraña a sus “fhilos cubanos”, quiere saber de ellos, verlos, que la atiendan y le extiendan su mano y el cariño que siempre le transmiten, tras lo cual muchas de sus dolencias – reales y otras sobredimensionadas por la edad – parecieran desaparecer. Pero el aumento de casos de la Covid19 ha cambiado la rutina de los médicos cubanos en Guinea Bissau, sumando muchas más tareas y también más rigurosidad en los protocolos, y ha sido menester no visitarla diariamente y mucho menos, que ella salga de casa; toda precaución es poca y a ella, ahora, hay que cuidarla más que nunca.


Parecería esto una historia de ficción producto de una fértil imaginación, pero por suerte no es así: Mamá María existe y tras la flexibilización de algunas medidas y el afán por seguir siendo atendida por los que considera sus hijos, vuelven los días de las consultas y reconsultas, del seguimiento necesario y oportuno en su propia casa, de escuchar los regaños de ellos para que haga las cosas bien y siga el tratamiento, que se cuide y use el nasobuco, pues la pandemia, esa sí, aun no es historia.

La realidad es que Mamá María se llama Fatu María Sanha y nació en el año 1925 en Elía, Región de Cacheu, Guinea Bissau. Los doctores cubanos Juan Carlos Cabrera Villar y Adalberto Jorge Hernández Tamayo, especialistas en Medicina General Integral y profesores asistentes, con quienes dialogue vía WhatsApp, la conocieron en las labores de terreno que planifican los profesionales de la salud cubanos en la Sede Universitaria Vilma Espín, dando cumplimiento a la atención del Adulto Mayor que en esa región del mundo muchas veces son olvidados pues la esperanza de vida es apenas entre los 45 y 50 años.

“Nuestra historia comenzó en  Septiembre del año pasado cuando llegamos a esta región del país, São Domingos, a realizar nuestra labor Docente-Asistencial y Mama María se encontraba encamada, con una recia Hipertensión Arterial totalmente descompensada, con un tratamiento poco resolutivo que fue modificado por nosotros y al introducirse suplementos vitamínicos y de calcio, comenzó a responder satisfactoriamente, devolviéndole autonomía. Su alegría retornó y también las ganas de vivir. Por eso agradece mucho a los médicos cubanos, a los cuales cataloga como hijos propios”, me cuenta el doctor Alberto.

La aparición de la Covid19 significó un nuevo reto con Mamá María: “de ninguna manera entendía que el uso del nasobuco era necesario, más en ella, un adulto mayor, portadora de enfermedades crónicas. Pero nuevamente, gracias a la labor de promoción y prevención en salud desarrollada por estos dos los galenos pinareños, ella – como muchos otros- entendió que su uso y la aplicación de las demás medidas de bioseguridad eran el camino  correcto”, asegura el médico cubano.

Muchos ya deben conocer a Mamá María, pues los doctores cubanos han publicado sus vivencias con ella en las páginas en Facebook de la Sede Universitaria Vilma Espín en Guinea Bissau y las imágenes hablan por sí sola: hoy ella no quiere saber de otro médico que no sean los cubanos. “Siempre pregunta por nosotros y en su mirada va la gratitud a un país que no conoce, pero que a través de sus hijos cubanos respeta y agradece”, concluye el doctor Alberto.

Y se me antoja pensar en cuántas madres han ganado nuestros profesionales por el mundo, cuánto pequeños llevan hoy sus nombres, cuántos colegas los recuerdan y aprendieron con ellos, cuántas personas quizás no sepan – por la edad, procedencia social, condiciones económicas y culturales– ni donde está ni cómo es esa pequeña isla que llaman Cuba, pero saben que existe y que da hijos e hijas que asumen como propias millones de familias en el mundo y saben siempre estar allí, donde más se necesite: extendiendo la mano, salvando vidas, devolviendo sonrisas a muchas “Mamá María”.

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