Álvaro Uribe clamó por una "intervención militar internacional" en Venezuela, frente a un reducido grupo de seguidores en Cúcuta, Colombia (Foto: Agencia EFE - Publicada en Misión Verdad).
Un movimiento errático al mismo tiempo que oportunista
Álvaro Uribe y su llamado a una intervención militar contra Venezuela
Misión Verdad
El expresidente colombiano Álvaro Uribe llamó recientemente a una "intervención militar internacional" en Venezuela, lo que generó reacciones en la prensa y la opinión internacional. El exmandatario dijo que ella debería ocurrir "preferiblemente avalada por la ONU", frente a una reducida concentración de seguidores en Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela.
Al mencionar de forma condicionante a dicho organismo, sugirió que la acción debía realizarse de cualquier manera. Tal vez mediante actores armados colombianos, articulados con mercenarios de otras nacionalidades, con la intención de ejecutar maniobras magnicidas y de ocupación en Venezuela, como es el caso de "Ya Casi Venezuela", a cargo del excontratista estadounidense Erick Prince.
Uribe también ha dicho que las fuerzas armadas venezolanas deben ser parte de esta operación, es decir, subordinarse ante la prometida invasión. Este pronunciamiento tiene claves implícitas y explícitas que es necesario analizar de manera preliminar.
1. Para los pasados 9 y 10 de enero, María Corina Machado y Edmundo González habían prometido un golpe de Estado y la juramentación de González en suelo venezolano, objetivos que no se lograron.
La pérdida de credibilidad de dicho sector opositor generó un nuevo vacío y crisis de liderazgo. Uribe sale al paso frente a ese nudo crítico, proponiendo abiertamente coordenadas en la agenda golpista en Venezuela y ofreciendo una alternativa "superior", de tipo armada y de carácter internacional.
2. Uribe pretende asumirse como la figura convocante y actor de alto nivel en una iniciativa armada, con vistas a erigirse como árbitro de la etapa postjuramentación del presidente Maduro. De hecho ocurre un desplazamiento de Machado y González pues estos reconocen que el planteamiento es ampliamente rechazado por la población venezolana. Es muy seguro que esa sustitución es concertada ya que hasta el momento de esta redacción ni Machado ni González se han desmarcado de Uribe.
3. Uribe, y con él la derecha latinoamericana, en articulación con Machado y González pretenden sobredimensionar la cuestión venezolana y forzar narrativamente la necesidad de una intervención extranjera para convertirla en un vértice de la política regional.
Con ello intentan modular la política de Trump para su nuevo mandato, y transformar una agresión armada contra Venezuela en un denominador central de su política para el continente.
4. Uribe necesita una conmoción política, social y armada en Venezuela por razones estratégicas del andamiaje narcoparamilitar que representa. Pero independientemente de su viabilidad, también precisa proponerla como un eje en el ámbito de la política y diatriba interna de Colombia. De alguna manera, los nodos del conflicto armado son combustible político del uribismo.
Precisamente Vicky Dávila, quien ya se declara aspirante a la presidencia en Colombia por el uribismo, ha dicho que Maduro ayudará a "perpetuar" el gobierno de Petro en Colombia. Ha llamado al "uso de la fuerza" a través de una "alianza internacional". El tema venezolano está en el centro de las narrativas de los políticos de la ultraderecha colombiana y lo han convertido en un catalizador de su discurso con el cual oxigenan y reaniman sus vectores políticos de guerra contra la izquierda.
Dávila es una figura política con gran influencia sobre la opinión pública colombiana y ha dado nuevo rostro al uribismo, el cual ha caído en etapa de decadencia. Necesitan desfigurar la cuestión venezolana y convertir el chavismo en "enemigo creíble" para desarrollar agendas.
5. Estos actores internacionales pretenden una institucionalización y formalización de un conflicto armado en Venezuela. Reeditan elementos contemplados durante la discusión del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) debatido en 2019 en la Organización de Estados Americano (OEA). Recordemos que María Corina Machado apoyó esta iniciativa clamando por "asistencia armada con fines humanitarios" en Venezuela.
6. En términos puramente tácticos y políticos del sector extremista, Álvaro Uribe es el menos indicado para llamar a una intromisión en Venezuela, y menos aun para llamar a los militares para que formen parte de ella.
Desde hace más de dos décadas los militares venezolanos han estudiado las amenazas desde Colombia. Precisamente dicho personaje figura como el actor más relevante por ser considerado el principal líder del narcoparamilitarismo colombiano y por desarrollar el Plan Colombia de Andrés Pastrana, además de desplegar el Plan Patriota, con su propia marca, como una estrategia que implicaba permear militarmente Venezuela. Uribe también es recordado por plantear amenazas directas en suelo venezolano en el año 2008, luego de atacar suelo ecuatoriano.
Los llamados a una intervención militar en Venezuela, por vías regulares o irregulares, han estado presentes en el uribismo desde hace años y tienen consigo dos eventos concretos que resultaron fallidos. Uno de ellos fue el caso Daktari de 2004 con la inserción de paramilitares colombianos en Caracas; y otro fue la Operación Gedeón de 2020, con grupos mercenarios estadounidenses, colombianos y venezolanos, que zarparon en embarcaciones desde suelo neogranadino bajo el amparo de Iván Duque.
Ambos eventos tienen una lectura específica desde el ángulo de los oficiales venezolanos y por ello entienden a Uribe como un enemigo, que además representa factores foráneos, como la injerencia estadounidense, el narcoparamilitarismo y, en lo filosófico-doctrinal, el santanderismo.
7. Que Uribe llame a los militares venezolanos podría tener dos explicaciones. La primera de ella es que cualquier operación en Venezuela necesitará al menos hacer parecer que los oficiales venezolanos son parte de un quiebre y de la conspiración. Los llamados a la fractura institucional son parte del arsenal narrativo que compone una conflagración militar de este tipo.
La segunda de ellas puede obedecer a una falta de reconocimiento de las características estratégicas y doctrinales de las fuerzas castrenses venezolanas. Que precisamente sea Uribe el que personalice la presión pública es errático para los objetivos de Machado y González, y ellos deberían saberlo, a menos que tampoco conozcan el mundo militar o que no haya una coordinación adecuada de la agenda, lo cual refiere posibilidades de improvisación.