Hay cosas que son tan necesarias que tienen que volver a nacer
Autor: Mario Ernesto Almeida Bacallao
Granma
En una comuna venezolana, entre los grafitis que las revoluciones y quienes las hacen también saben inventarse, está la estampa de la Leila joven. Foto: Cortesía de Watan Jamil Alabed
Corre algún día extraviado de finales de agosto de 2023, Caracas, y Susana se muestra un tanto contrariada, porque resulta tarde, otra vez tarde, y aún no llega a la casa para ver a Renatta. Susana tiene poco más de 30 años y dice que últimamente es así, que, entre tanto, le queda poco tiempo para ella.
Susana no trabaja específicamente por un salario; tiene obsesiones tremendamente tormentosas que la llevan a ser «27» horas por día más que Susana y punto o más que Susana y Renatta.
En el imaginario latinoamericano, cargado de toda clase de herencias, no todas romantizables, sobran ideas respecto a lo que debe ser una madre; pero Susana sabe que, en el acumulado latinoamericano de sus obsesiones, la cuestión es mucho más rica, compleja y hasta dolorosa.
Andamos en una plazoleta algo oscura, y Susana dice que algún día Renatta va a entenderla, y que intentar hacer una revolución no es solo de la casa para afuera. «El país con el que yo sueño, el mundo por el que trabajo, es también para ella, para todas la Renattas de Venezuela. Esa es la vaina…–se sonríe suave–, hay sacrificios que ella y yo tendremos que hacer».
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Corre algún día extraviado de finales de junio de 2024. Hace muy poco, Bety y yo, en Cuba, supimos que seríamos padres, y hoy Watan está por acá. Aún no nos decidimos por un nombre. Ni siquiera sabemos si será niña o niño.
Watan propone que, de ser mujer, la llamemos Leila. Para Watan, que es palestino, Leila es un nombre sagrado y, por cómo nos habla de quién es, no imaginamos que hoy Leila Jaled tiene 80 años.
Watan nos cuenta de la compañera Leila, probablemente la primera mujer en la historia que tomó por asalto aviones en pleno vuelo; no para escapar a alguna parte –porque las Leilas de las que Watan habla no escapan de nada, más bien corren hacia todo–, sino para garantizar la libertad de sus hermanos y hermanas, ¡porque mira que el sionismo lleva tiempo jodiendo!
Y nos hicimos esa visión: una mujer joven, palestina, con los ojos revoloteando en nistagmos justo unos segundos antes de ponerlos fijos y seguros para encañonar al piloto y negociar libertad por libertad; una mujer con kufiya y fusil al hombro, sin más vida ni motivo ni obsesión que la vida; dispuesta a todo, a sacrificar todo, por la vida. Y nos gustó el nombre.
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En una comuna venezolana, entre los grafitis que las revoluciones y quienes las hacen también saben inventarse, está la estampa de la Leila joven, mirando nadie sabe a dónde, el pelo a medio descubrir, la kufiya y el arma.
Corre algún día extraviado de inicios de diciembre de 2024. Sé que Watan está por Venezuela. Por algunas fotos, sé que anda cerca de una anciana y, por el texto de abajo, descubro en ella el rostro de Leila Jaleb. Algún día extraviado de enero de 2025, Watan me relataría lo que ocurrió entonces.
Cerca también estaba Susana. Renatta iba con ella. Dice Watan que al inicio Renatta se mostraba tímida, como a veces los niños saben mostrarse, pero, también como solo saben ellos, Renatta fue caminando con sus pasos diminutos, le entregó una flor a Leila y dialogaron con los ojos y el afecto por un tiempo, sin que una hablase algo de árabe ni la otra de español. «¡Ellas… solo se pusieron a hablar!», recontaría Watan, todavía desconcertado.
Después de aquella tarde, estoy seguro, Susana tuvo que haber llorado como una condenada, sintiendo un «no sé qué» solo calibrable desde la mística inconfundible que se encuentra en los recodos de la lucha, de la luz.
Fue quizá en medio de eso cuando escribió que «Desde hace un rato para acá (unos cinco años) soy la mamá de Renatta y, aunque antes me daba uno que otro agarrón para mantener mi identidad, hoy también valoro y abrazo ser llamada de esa forma…».
Contó que Leila le había hablado sobre el significado de Renatta: reina que ha nacido dos veces o algo así…. «Imagínense, es tan necesaria para cambiar el mundo que ha decidido renacer».
Renatta fue caminando con sus pasos diminutos, le entregó una flor a Leila, y dialogaron con los ojos y el afecto por un tiempo. Foto: Cortesía de Watan Jamil Alabed
Fobia
Me expulsarán de la ciudad
antes de que caiga la noche: alegarán
que me negué a pagar por el aire.
Me expulsarán de la ciudad
antes de que llegue la noche: alegarán
que no pagué rentas por el sol
ni cuotas por las nubes.
Me expulsarán de la ciudad
antes de que salga el sol: dirán
que hice sufrir a la noche
y que fracasé al elevar mis rezos a las estrellas.
Me expulsarán de la ciudad
antes de salir del vientre
porque todo lo que hice durante siete meses
fue escribir poemas y esperar para existir.
Me expulsarán de la existencia
porque tengo debilidad por la nada.
Me expulsarán de la nada
por mis dudosos lazos con la existencia.
Me expulsarán a la vez de la existencia y de la nada
porque nací para existir.
Me expulsarán.
Najwan Darwish, poeta palestino (Jerusalén, 1978)