(Crónica sobre un final de amores, ya realidad. No todo en mi columna de Cubainformacion.tv ha de ser “más de lo mismo”)

Manuel David Orrio. Cubainformacion.tv- Martianos-Hermes

Un amigo padece por cuitas de amor.  La mujer que durante dos años le poseyó en cuerpo y alma  se separó de él…y la ruptura amenaza.

Nada improbable sería un final de esos que se extienden durante meses, en los cuales la paciencia del doliente bordea la demencia. Más, si ella parece carecer de voluntad  para un adiós definitivo. Quizás no sabe qué hacer, por tanto que   la atormenta.


Mucho en su vida se acumula y no bien  se encauza, hasta que todo se presenta en turbamulta y rebasa su proverbial capacidad de improvisación, esa no tan virtud de quienes no siempre se detienen a planear…si planean.

Parafraseo a Marx: el más imperfecto panal  hecho por un hombre supera a la perfección de los creados por  las abejas, porque aquel siempre piensa primero cómo hacerlo.

Alertas del amigo fueron y vinieron; mucho insistió en que de un pequeño error puede nacer  una catástrofe. Pero ella  “galopa” cual potranca  desbocada, en nombre de cargos oficiales o asuntos de familia donde no siempre ha de ser la imprescindible. De ahí su inestabilidad emocional; observada por varios, no sólo por  quien me hace confidente.

-¡Se separa de mí, abandona mi casa, dice que  para darse un tiempo! – exclama el hombre, mientras por algún oculto motivo  le observo vaciar ceniceros.

Me pregunto por qué esa mujer  no se hace de valor  y dialoga sobre errores de él, ella, o mutuos, o termina de una vez ¡Pero por decisión suya!

-¡Por eso ni le doy ni le daré la oportunidad de ser yo quien tome la iniciativa de romper. Que lo haga ella, si en verdad quiere. Hasta las llaves de la casa le dejé!

Dudo que rompa -así, a rajatabla-, dudo que las llaves abran cerraduras; por sí mismas son un símbolo: emplearlas sería aceptar un status al cual ella teme, o ya rechaza. Por ahora prefiere, quién sabe si disfruta, el impasse.

Mi amigo la ama, o eso cree. Mientras suman los días de separación tanto la echa de menos como comienza a cuestionar su entrega de dos años. Tanta, que por cuanto expone ha vivido una  subordinación casi esclava al desordenado vivir de su pareja.

Aun así le reconoce muchos sacrificios por la recuperación de su otrora maltrecha salud, aunque estos acompañaron a situaciones familiares de su amada que llegó a calificar  de  intolerables.

Me narró un  par de esos momentos familiares; hubo uno en que estuvo  a punto de perder la serenidad e involucrarse en un altercado de consecuencias irreversibles. Pero lo evitó. Su propia  pareja le dijo que llegó a pensar seriamente que no resistiría.

-Pero a mí eso ni me pasó por la mente; sentí que lo mío era echar rodilla en tierra por ella, y con eso  bastó.

Tiene motivos y motivaciones para ser como es: un hombre pleno; igual que  muchos en Cuba lidia con vicisitudes nada coherentes con sus capacidades, aunque lidia. Pero el amor le esclavizó y de algún modo se alejó de sí mismo. Quizás algunos  síntomas de insurrección pudieron ser sus iras silenciosas; sus juegos  a las ciberinfidelidades; o hasta enrolarse en alguna causa perdida. Lo admite: tres años de mala salud le han debilitado, pero eso es algo que va quedando en el pasado, bien en el pasado, si bien mantiene un tratamiento cuya eficacia rebasa todo pronóstico.

Retoma apasionadamente al trabajo, para él mucho más que un medio de vida. Nunca le abandonó del todo, pero sí su productividad se lesionó. Observa su apartamento y  comienza a planear y  a ejecutar cómo eliminar parte de la incomodidades que observa, en cierta   medida imputables al desorden de su amor.

-Miro a los lados y me avergüenzo: ¿cómo pude descuidar tanto de mí? Y lo peor: ¡hasta feliz!

No está solo: por casualidades de la vida su hijo también anda de cuitas con la novia, con quien reside. Pero cuando los novios se pelean y se separan, el joven se refugia en el apartamento de su padre. Ha sido esta la primera vez en que tienen la oportunidad de compartir sin presencia de terceros. Divorcios y amores, ajenos al caso, lo impidieron.

Su sorpresa ha sido cuán armónica puede ser y es esa convivencia ¡Cuán fácil, si cada uno respeta   los derechos del otro!

Por lo pronto la emprende a “manga quitada” contra sus fallas; por ser mejor para sí;  por ella o por quien venga detrás de ella: cuanto hace lo llama “lecciones de sabiduría”. Cada meta es un punto de partida - dice- hasta para los errores…

Pero se queja: del otro lado, silencio casi total.

Cuando hay verdadero amor, las montañas parecen guijarros. ¿Debe luchar por el retorno de su amada? Fue irascible y pasivo, mi amigo; de algún modo desleal ¿Merece comprensión, quizás oportunidad?

Y si ella, en su loco galope tras requetés oficiales; en su desbocada carrera  por satisfacer hasta caprichos familiares; o  en apurados trotes más que permisivos por reales o  presuntas amistades; si en tanto ajetreo de meses no halló un minuto para dialogar ¡con cariño!, sobre cuanto le pudo herir o molestar; si no le importó ver cómo su hombre se esforzaba  por ambos mientras aún convalecía de serios trastornos de salud, ¿merece ella, realmente merece?

Si miran avante; si en una caverna lamen uno al otro sus heridas; si en el mutuo perdón hallan un nuevo sendero, mucho, pero mucho, merecen.

 

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