Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- El 18 de Enero de 2011, escribí en ¿Desatinos de un corresponsal de BBC? que estaba absolutamente convencido de que la percepción que había exhibido Fernando Ravsberg de cara a una tragedia en un Hospital de La Habana, lo situaba como estrella ante los ojos de las personas que en Cuba y allende los mares apuestan a la inconsistencia de nuestro Socialismo. Después de 48 horas, complementé tal idea en Cuba, BBC y el caso Mazorra.


Por estos días, me sentí tentado a referirme a Ravsberg luego de leer el título “Ya sabemos quién es” en cuyo texto se dice que él ahora se presenta como defensor de la rebeldía juvenil tras lanzar a la fama al contrarrevolucionario Eliécer Ávila por hacer “preguntas difíciles al gobierno”, a pesar de que dejó de responder las interrogantes, tal vez más fáciles, que le dirigiera hace más de un año el estudiante universitario Yosvani Montano como colofón del enfrentamiento del periodista uruguayo con varios jóvenes intelectuales y periodistas cubanos. Mas, opté por observar el desenvolvimiento de los sucesos narrados en la ocasión por Iroel Sánchez Espinosa —igual hice ante La santa alianza y su nuevo mártir en Cuba: pokemones del periodismo.

Asimismo dudé si valía la pena o no compartir con mis lectores/as mi modo de ver la esencia de la posición que asume Ravsberg, posteriormente a encontrar el rótulo El miedo de Virgilio y la herejía firmado por Yohan González Duany, particularmente el segmento en que el autor redactó lo que identifico como una suerte de tino mezclado con desacierto:

“[…]. Revolucionario es aquel intelectual que cuestiona el dogma y ofrece nuevos puntos de vista o el periodista que informa, visibiliza y cuenta a riesgo de ser atacado [como el mencionado Fernando —tamaña ¿injusticia?] por los 'asalariados dóciles al pensamiento oficial' [como lo enunciado por la Vicepresidenta de la Upec o lo expresado por Aixa Hevia en su perfil de Facebook] o el aquel que dibuja y escribe un país que está más allá de los límites de lo armónico. Revolucionario es también el trabajador que critica y lucha contra lo injusto. Revolucionarios todos, herejes del dogma”.

Sin embargo, me sentí estimulado a revelar estas líneas frente al atrayente trabajo El debate equivocado que constituye una reciente entrega de Harold Cárdenas Lema, quien declara que desde que conoció a Fernando Ravsberg lo ve dar informaciones que deberían estar en nuestros periódicos y no las ve; con análisis que deberían salir en televisión con una mirada de izquierda y están ausentes; con iniciativas que deberían venir de nuestras organizaciones y nunca nacieron; y con críticas que deberían ser nuestras para mejorarnos, y nunca llegan.

Igualmente, en ese trabajo Harold expone que, a diferencia de sus detractores, no le pide a Ravsberg un periodismo militante con nuestra causa porque esa es nuestra función; si no la hacemos bien es culpa nuestra, no suya. Y además, que le pide que sea responsable con sus lectores, que no se sume a sembrar el desaliento y la incertidumbre que generan otros medios, y que sea profesional con sus colegas, incluso en momentos de tensión.

Al respecto, al margen del respeto que me merece Cárdenas Lema, confieso que, salvo contadas excepciones, lo que conozco de la labor periodística de Fernando Ravsberg No es precisamente informaciones tendientes a contribuir al perfeccionamiento de nuestra Revolución, sino más bien aquellas miradas cargadas con matices distorsionadores al estilo de las exhibidas por El PAÍS, de Madrid, y el Nuevo Herald, de Miami; al paso que Sí encuentro adecuada la solicitud que Harold le traslada al reportero uruguayo en el sentido de ser un profesional responsable.

Entretanto, recuerdo el cuento que continúa:

“Un Cura de barrio, de cara a un borrachín rutinario, solía decirle: 'Hijo, deje el alcohol y vaya a la Iglesia'. Entonces, el ebrio ordinario respondía: 'Padre, yo creo en Dios'; pero seguía en la embriaguez constante. La escena se repitió varias veces, hasta que el Clérigo exclamó: 'Hijo, no es suficiente con creer en Dios. También hay que aparentarlo'” o sea, evidenciarlo con la actitud en la práctica cotidiana.

En consecuencia, a propósito del debate entre quienes denigran a nuestra Revolución en la Red de redes y las personas que la defienden en el mismo espacio, considero cuando menos un descuido pensar que, en un ambiente de lucha de clases desde el ángulo ideológico, es bastante escribir supuestamente a favor del mejoramiento humano en Cuba y que con ello se está en condiciones de amamantar el progreso de la mayoría de cubanas y cubanos, cuando el quid del asunto estriba en que asimismo la postura debe ser aparentada —según el cuento citado: ¡Evidenciar una y otra vez que se es buena persona, mediáticamente hablando, al actuar en armonía con nuestro Socialismo vs. el Capitalismo!

 

 

 

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